viernes, 3 de noviembre de 2017

LOS CONQUISTADORES CONQUISTADOS

Con la llegada de los conquistadores españoles, estas tierras que hoy son Santiago del Estero se llenaron de asombro. Vieron gentes de otra raza, que hoy son de otros mundos, costumbres diferentes y utensilios jamás imaginados. Además, sintieron que un viento no común sacudía su modo de vivir, el espíritu añejo de sus hombres nativos y el alma tutelar de sus dioses. Entonces, lentamente, por la novedad o por la fuerza, por el temor o el convencimiento, entregaron la riqueza del suelo. Y con ella, que era la fecundidad personificada, estas tierras de sol, de sal y de sed atrajeron a los invasores, los obligaron a afincarse y hasta los convirtieron en sus nuevos hijos.
Los hombres recién llegados, por cansancio o por ambición, en el limpio de los parajes donde quizás se reunían las consejas nativas, plantaron sus ranchos, procuraron vivir. Así construyeron defensas de palo a pique, abrieron fosos circundantes y apuntaron al cielo con el mangrullo avizor. Como si estoy fuera poco, dentro de esa cerca defensiva, protegieron a sus animales y a las nuevas plantas importadas y a sus ansias desbordantes de perpetuarse. De esa manera, a fuerza de sudor y hachazos, de recelos y esperanzas, de ambiciones y codicias, los recién llegados sembraron para siempre la semilla de los nuevos pueblos castellanos… Así se fundó nuestra ciudad capital; así se asentó y creció un nuevo grupo humano y así se abrió un nuevo mundo en estas tierras del dominio de los hijos de América.
El habla de esos hombres de coraje, clara como el agua mansa de los ríos o imprecadora como la turbulencia de sus olas en tiempo de crecientes, puso sonoridad de metal en los bosques milenarios. Luego abrió la espesura, cruzó los ríos y se arriesgo en las llanuras. Y, mientras se extendía abriendo horizontes, tuvo que aceptar por necesidad de adopción vocablos de la lengua gutural y grave de los hombres nativos. La lengua de esos hombres audaces, el habla de los recién llegados, la lengua castellana, aunque era de los menos se impuso ante el habla de los de más. Por eso, sus dueños, soldados o artesanos o sacerdotes, sin dejarla jamás de lado, al expresarse la salpicaron con voces indígenas. Se enriqueció con la fuerza del tiempo y creció más exuberante y se extendió a otras latitudes. Se aquerencio en el lenguaje de todos y como una flor exótica perfumo la vida y se planto en la tierra del hombre nativo, haciéndolo olvidar otras que de milenos existían. Fue cosecha que alimento a los hombres y que se asimilo al quehacer cotidiano. La lengua de España, trasplantada, fue siembra para la eternidad; vino a conquistar y se fue conquistada, al aquerenciarse.
El indómito bosque imperante que fuera el vallado mas áspero que enfrentaron los castellanos al llegar, fue abierto con sendas y caminos en insólito tatuaje. Luego esos hilos que tejen el progreso, que unen los pueblos, se ensancharon para posibilitar el paso de la desconocida rueda, de la rueda de los carruajes. Mientras tanto, de ese bosque, los arboles centenarios que eran cárceles abiertas de músicas y pájaros les entregaron a los nuevos hombres sus troncos, sus frutas y sus mieles. También les ofrecieron la madera y la leña, como así sus ariscos animales para que pudieran subsistir. El bosque atraía y rechazaba a la vez; así como les entregaba su riqueza forestal y el desconocido sabor de sus frutas nativas no de sus animales ponzoñosos. Pero los conquistaba. El influjo de sus ser y de sus seres, como un nuevo dios, se elevaba y en sus culto los hombres españoles hallaban una clase de oro que no habían esperado encontrar nunca. El bosque, para decir claro, los conquistaba.
El cerro de estas tierras, bajo, pero soberbio por sus montes falderos, que unas veces se cuajaba de hielos y mucho más de luces y de vientos, como el bosque, a esos hombres de epopeya les entrego lo poco que poseía. Lo hizo, de hecho, en escasísima cantidad; no tenia tesoros en la proporción esperada. Los animales que trepaban las laderas de los cerros hirsutos les ofrecieron la felpa finísima de sus cueros y la carne magra de sus cuerpos. Por eso, quizás, los recién llegados prefirieron las tierras del llano y las costas de los ríos de llanura. Por eso los pueblos nacieron en las márgenes de las gruesas corrientes de agua.
Los ríos, a los cuales les comieron el fruto de sus lechos y les aprovecharon su linfa. Les entregaron sus costas para que las unieran con puentes. Y del limo que dejaban sus aguas desbordadas se aprovecharon la fertilidad para las siembras  y en sus riberas edificaron sus viviendas. Este ofrecer fue atracción y al atracción conquista.
Los soles, las lunas y los cambios de tiempo, mas fuertes que los soles y las lunas de Andalucía y Castilla, dieron a esos seres de acero español la fuerza y la vitalidad mas fuerte que las que trajeron. Les tostaron el cuerpo y las ansias y les ofrecieron la gloria de un existir mas prolongado. Hasta el aire los aquerencio en sus alas y gozaron de su gracia.
A todo esto – riqueza que con el pasar de los días los atraía mas y mas --, la gente española entrego mucho de su equipaje. Pobló la tierra diaguita con otros relinchos, balidos y mugidos que trajeron de sus lares. Y si fuera poco, esta tierra ardiente, pero noble vio aumentar sus vegetales y roturación de sus suelos. La complementación era sin descanso, la integración mas intensa. Tierra y seres se absorbían en un dar y darse, en un entregar y entregarse.
Así, mientras los suelos bañados por el Misqui Mayu y el Cachi Mayu contemplaban absortos la obra de los hombres de otra tez, su gente cobriza, esa que hollara sus márgenes muchos años atrás, sintió el latigazo de la conquista. Es cierto que a los castellanos primero los miraron como a dioses, pero también es verdad que luego los enfrentaron como patriotas defendiendo sus predios. Esta gente cobriza – a la que los blancos llamaban indios --, empezó a oponérseles resistencia y entonces sus flechas llovieron desde todos los rincones y sus gritos de guerra atronaron los bosques. La guerra fue a muerte y la entrega también. El heroísmo nativo se encendió en la lucha cobrando elevados precios siendo, posiblemente el mayor, la muerte del capitán Diego de Rojas. Pero fueron vencidos, conquistados y entonces tuvieron, por razón de vasallaje, las encomiendas y las mitas, las tribus sometidas, la nación conquistada. Fue tanto este dominar sin limites de la gente blanca, tanto el sufrir de los nativos, tanta su desdicha que la gente cristiana, esa de los hábitos sagrados, salió en defensa de los hijos de esta tierra. Y al prueba esta latente, gritando ese dolor, en las celebres Ordenanzas del visitador Francisco de Alfaro.
Así se formo nuestra ciudad capital; se constituyo en la mas antigua población de lo que hoy es nuestro país. Así nació este pueblo que primero llamaron Barco III y que luego, al ser trasladado lo denominaron Santiago del Estero.
Santiago del Estero nació en 1553 o sea sesenta y un años después de ser descubierto el nuevo continente. Y para que este nacer ciudadano fuera de ley, los hombres castellanos le plantaron el llamado rollo de la justicia junto a la Cruz de una nueva devoción. Pasó el tiempo y el rollo y la Cruz alcanzaron dimensiones en la amplitud de la tierra conquistada y en el espíritu de los hombres que en ella vivían. Fue un tranco al porvenir, un paso a una nueva civilización.
El destino enmarcaba dos razas y el hombre español – el blanco—y el hombre aborigen – el indio--, luego de una franca resistencia de este último, se abrazaron en un lento proceso. El invasor y el invadido, como si fueran zumos de Dios, se trasvasaron para el nacimiento de una fruta riquísima, se fundieron en esperanza, nació el hombre santiagueño. Los conquistadores habían sido conquistados y en esa conquista ganó la madre España y triunfó la madre india. La tierra había hecho el prodigio.

EL MARTIR DE SANTO DOMINGO

26 de diciembre de 1816. Es la media tarde de un día atroz de calor en el campo de Pitambalá. Los ecos del infernal encuentro, ocurrido unas cinco horas antes, se han perdido entre los bosques serenando el ambiente. Su polvoriento salitral muestra las huellas frescas de los cascos caballares, las manchas oscuras de la sangre de hombres y animales, los pedazos de lanzas tacuaras, los soldados caídos en la refriega y los caballos volteados para siempre. Hasta el aire se encuentra todavía encenizado con el polvo salitroso que levanto la caballería mientras en los ramajes, en los robustos brazos de los arboles centenarios pareciera que aun flamearan los gritos de los soldadesca y el acre olor de la pólvora quemada. Pitambalá, tal como se la mira desde sus contornos, es una gran cicatriz abierta para la historia.
La batalla – mas exacto seria decir el choque montaraz de dos caballerías --, ha dejado rastros profundos en la pequeña planicie salitrosa; son rastros que duelen, que grita. Mientras tanto, a la inversa y como consecuencia del encuentro, todavía en la maraña vecina los gauchos procuran ocultarse como iguanas perseguidas. Se agachan, se internan en silencio, buscan los senderos y carriles menos conocidos al propio tiempo que dejan hilachas de sus vestimentas y contenidos dolores en las ramas bajas. Han sido derrotados y, por eso, en apresurada huida, tramontan las matas de jumes, cactus y montículos. Buscan desesperadamente salvar la vida y sus caballos, que son lo único que les queda.
26 de diciembre de 1816. La derrota quema en los gauchos santiagueños más que el fuego del sol veraniego y que los guascazos del ramaje. Los gauchos montoneros de Juan Francisco Borges, ocultándose precipitadamente en el monte, procuran salvarse de los húsares de Gregorio Aráoz de Lamadrid que los persiguen como a reos de lesa patria, como a criminales. Sin embargo, ellos, los hombres de Borges, no son ni lo uno ni lo otro; no son renegados de la justicia, son la fuerza rejuntada del capitán Borges que defiende una causa santiagueña. Ellos, nuestros paisanos, han luchado por el pensamiento del capitán jefe tal como pelean los gauchos de Güemes en Salta o los de Manuel Eduardo Arias en Jujuy…
Ellos, los nuestros, hoy han perdido la batalla ahí, en Pitambalá.
Juan Francisco Borges, el jefe derrotado, en esos momentos no luchaba contra el Congreso General reunido en San Miguel de Tucumán; tampoco se alzaba contra sus decisiones. Borges resistía la imposición del Directorio que había dispuesto que los gobernadores de provincias debieran ser elegidos desde Buenos Aires. Borges pretendía que cada gobernador de provincia fuera elegido por su pueblo, que era soberano. Hacia federalismo.
Los derrotados gauchos santiagueños – volvamos al tema del principio --, cuya desbandada parecía un atropellamiento de cimarrones, sin saber se estaban convirtiendo en rebeldes; eran patriotas según su manera de sentir. Y esa búsqueda de la libertad – ideal de hombres, instinto de animales--, les estaba cobrando un elevado precio. El grito viril de la tierra nativa les estaba ofreciendo riesgos y sangre, el localismo su pago, el federalismo su consecuencia. La patria se construía.
La tarde, en ese momento, comenzaba a enseñorearse; la tranquilidad, también. Y Pitambalá, el escenario guerrero, comenzaba a serenarse pese a que los perseguidos huían y los perseguidores les pisaban los talones. Entonces, para aquellos, cualquier rumbo era propicio: el norte, el sur, el naciente o el poniente. Y así, al igual que esos desbandados, su jefe Juan Francisco Borges y los ayudantes Lorenzo Lugones y Félix Goncebat, entre otros, también buscaban esconderse. Todos viboreaban en el monte andando y desandando carriles, tomando y retomando senderos, todos buscaban un lugar seguro, un escondite providencial.
Guaype, Abargasta, Loreto, en cualquier pueblo podrían socorrerlos. Pero había que desorientar a sus perseguidores, cuidando la vida, reservando sus caballos…
Con la derrota de Pitambalá, Santiago del Estero se desangraba en sus hombres de la misma manera que antes había vigorizado a las fuerzas de la patria con su batallón de “Patricios Santiagueños”. Y Juan Francisco Borges, el ayer patriota para los hombres de Mayo, hoy aparecía como un rebelde para la gente que consolidaba la patria en San Miguel de Tucumán. La incomprensión, mas que nada la falta de noticias fidedignas y también e pensamiento de Bernabé Aráoz, lo habían convertido al hijo de Manuel Pedro Borges en un antipatriota. Esto mismo pensaban los hombres de la estancia de Guaype, donde el jefe derrotado se había albergado con algunos de sus compañeros. Pero ninguno de los habitantes de esa mansión le dijeron nada ni le demostraron su oposición. Es que ellos, aunque tampoco comprendían su valiente postura, su lucha federal, su pensamiento amasado con soberbia santiagueña, íntimamente sentían la derrota de un comprovinciano.
Retenido en Guaype, Juan Francisco Borges procuró repara fuerzas y reagrupar sus soldados dispersos; quizás, también, trato de reordenar sus planes. Así estuvo tres días con sus noches en vela cuando fue apresado por el comandante Leandro Taboada, otro santiagueño que tampoco pensaba como Borges.
La estrella del vencido empalidecía. Derrotado en Pitambalá, arrestado en Guaype, Borges fue entregado a su vencedor el capitán Gregorio Aráoz de Lamadrid. La estrella de Borges lentamente apagaba su fulgor, como esos astros que las nubes los cubren. Más todavía se apago cuando el jefe tucumano no escuchó su defensa verbal ni sus razonamientos sociales. Pero Lamadrid no lo ejecuto de inmediato como eran las órdenes que portaban, ya que el arrestado estaba considerado como un traidor a la patria. ¿Por qué esta consideración? ¿A que se debía? ¿Había una esperanza de indulto? Es que los cóndores no se matan entre ellos cuando están en los aires ni los tigres cuando husmean su presa. Los machos se respetan, los hombres también.
El largo y polvoriento camino, costero al Dulce, por donde pasaron y pasaban carretas, diligencias y berlinas uniendo Buenos Aires con el norte del país, fue látigo para el cuerpo y alma del santiagueño preso. No podía ser menos: marchaba atado de pies y manos. Su caballo parecía canoa a la deriva y sus razonamientos no podían ser remos, mientras Borges hablaba y Lamadrid callaba. Ambos tragaban diferente hiel: uno de la incomprensión y otro de la embarazosa situación en que había sido colocado por una orden superior. Así desandaron el camino de la costa desde Guaype el apresado y sus apresadores.
Santo Domingo era la meta; el punto final de un destino, pudo haber dicho el militar tucumano cuando iniciaron la marcha. Y así llegaron. Y la sombra del algarrobal lugareño los abrazo en el descanso. Es que los dos militares esperaban la contraorden, el indulto que podría llegar y que las alas de las noticias les habían anticipado.
Veinticuatro horas demoraron en el descanso obligado. El casque con la buena nueva podría llegar de un momento a otro y por eso las miradas se concentraban en el camino y cada remolino que se levantaba era escudriñado como un índice de salvación. Mientras tanto, tal como ellos presentían, allá en San Miguel de Tucumán se luchaba por el perdón a Borges. Pedro León Díaz Gallo y Pedro Francisco Uriarte, los franciscanos representantes de nuestra provincia, bregaban ante el Congreso para la firma del anhelado indulto. Ante este estado de cosas, el general en jefe del Ejército del Norte, el sensible Manuel Belgrano, también íntimamente luchaba contra el imperativo de la primera orden que imponían el fusilamiento del cabecilla y su conciencia de verdadero patriota. Y pudo más el corazón del Creador de la Bandera ante su pasión por la disciplina y su respeto por la institucionalización de la patria. Pero…. ¿Había firmado el indulto?
A la vez, en Santo Domingo, la tensión astillaba el frágil cristal de la esperanza; el indulto no llegaba. Entonces, Lamadrid, alcanzándole pluma y papel, le aconsejó a Borges que escribiera sus últimos deseos pues no podía esperar más. A todo esto, por otro lado, el sacerdote que debía ofrecer sus últimos sacramentos, acababa de arribar. ¡Pobre padre José Esteban de Ibarzábal! El pésimo camino recorrido para llegar a Santo Domingo le había molido su cuerpo cargado de años; si fuera poco, su noble conciencia le pesaba mas que nunca, demorando su arribar. ¿O es que acaso, en sus adentros, también compartía la pasión de Borges? Pobre padre Ibarzábal, él llegaba a cumplir una misión contraria a sus ideales, llegaba a dar la extrema unción a su hijo de la tierra que lo había recibido con los brazos abiertos.
Pero con la madrugada el momento fatal llego inexorablemente. El escenario agreste, con la luces del sol que despuntaba la ceja del monte, comenzó a definirse como campo de ajusticiamiento. Y para completar el rustico estrado el silencio extendió sus alfombras, sus alas arrugo la adustez y la impotencia crispó sus puños. Ninguna otra cosa ya podría detener el instante fatal que aceleradamente llegaba. Había que cumplir con el mandato superior, demasiado se había esperado. Por eso, Lamadrid, el tigre de mil combates dispuso los preparativos.
Las voces de mando se oyeron al darse la orden tuvieron un timbre no común; el campo que ardía de sol sintió un escalofrió y las hojas de los arboles dobladas por el calor, dieron la impresión que se curvaban de pena. Y se formo el cuadro para la ejecución, se alistaron las armas y se prepararon los soldados. Un valiente debía morir y, por eso, el bosque empezaba a rendirle su homenaje.
El reo, mientras tanto, todavía sentado en la rustica silla que primero le sirvió de descanso y luego de confesionario ante el padre Ibarzábal, miraba con pasmosa tranquilidad los movimientos. Una nueva orden y el sentenciado a muerte se cuadró, pidiendo que no le vendaran los ojos. Su arrogancia, su altivez, su valentía, su integridad de hombre se elevaba como otro árbol del monte. Y también como otro árbol ni lloró ni tembló. Borges era un verdadero soldado. Solamente, como lo había hacho varias veces, protesto contra la orden exigiendo la instrucción de un sumario y el uso del derecho de defensa. Pero su voz federal, su reclamo provinciano y su protesta como hombre de ley fueron a perderse en la maraña tal como se oculta un pájaro cualquiera. La suerte estaba echada, la muerte se acercaba en la boca de los fusiles preparados y había que morir.
Listo todo, suspendida la respiración de muchos, ante la terrible sonó la descarga y el monte y los aires temblaron. El soldado santiagueño, el capitán de los ejércitos del Rey, el luchador federal pasó a convertirse en mártir del federalismo. Mientras tanto, su cuerpo se sacudía convulsivamente en la tierra. Como el tigre en su último estertor, Borges se desangraba cuando el tiro de gracia lo acallo para siempre. La sentencia se había cumplido, pero la razón de su lucha ya embanderaba el bosque. Era el 1 de enero de 1817.
Horas más tarde ese mismo día, cuando el precursor federal ya no existía, cuando su valiente voz se había dormido para siempre, cuando el hombre ya era un mártir, el indulto concedido por Belgrano llegaba en el tan esperado chasque. Era tarde cuando, se dice, que Aráoz de Lamadrid recibió  el parte.
¡Qué de pensamiento cruzaron por la mente del capitán tucumano en aquel momento! ¡Qué de razonamientos lo invadieron punzando su alma! Nadie podrá decirlo. Sólo la realidad pudo haberlo hecho morder su alma, aflojar sus músculos. Un valiente había caído para siempre.

Días después el cadáver de Borges fue trasladado a la capital de su provincia y enterrado en la iglesia Catedral. Pero allá en Santo Domingo, en ese paraje del departamento Robles y en la provincia su nacimiento quedó el recuerdo de su lucha precursora, quedó la estatua de su voz federal, quedó el perfume de la flor que empezaba a florecer.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

LOS TABOADA

EL CAUDILLISMO DE LOS HERMANOS TABOADA EN SANTIAGO DEL ESTERO

El 15 de julio de 1851 la muerte de Felipe Ibarra —que había gobernado la provincia durante casi 30 años— cerró una prolongada etapa de la vida política santia-gueña. Mientras la noticia corría de un punto a otro del territorio, la lucha por la sucesión del poder enfrentaba a dos grupos familiares emparentados con el caudillo fallecido y vinculados desde hacía tiempo con el gobierno: los Carranzas y los Taboadas.
antonio taboadaSorda al principio, franca después, la puja culminó con el nombramiento de Manuel Taboada como gobernador.
El hecho marcó además el comienzo de un prolongado período caracterizado por el absoluto predominio político y militar del “taboadismo”, una especie de caudillismo colectivo asentado sobre tres vigorosas personalidades: los hermanos Manuel, Antonino (imagen izq.) y Gaspar Taboada, que encarnaron el poder político, militar y económico, respectivamente. Felipe, el cuarto hermano, prefirió dar rienda suelta a su vocación artística convirtiéndose en uno de los precursores de la pintura en el noroeste.
Astuto, con un claro sentido do la oportunidad, apenas asumió el cargo Manuel Taboada se apresuró a ganar el favor de Rosas comunicándole su  repudio  por el  “funesto  grito   del   loco  traidor,  sal vaje unitario Urquiza”, que por en tonces   había   hecho   público   su pronunciamiento contra el gober nador de Buenos Aires y se apres taba a entrar en campaña con el Ejército Grande.
Poco después al ser confirmado en el cargo por la legislatura provincial, el  goberna dor escribió nuevamente al Restau rador “con el placer de comunicar le que sólo espera la voz del Exmo. Jefe Supremo de la Nación para correr presuroso a la par de sus conciudadanos donde él mismo lo ordene y según las huellas de ho nor y de la gloria, de todo lo quo V. E. es el más esclarecido modo lo”.
Estas muestras de incondicio nalidad —unidas a las derrotas  m litares   infligidas   por  Antonino   a ¡os partidarios de los Carranzas rindieron   su   fruto   político,   pero se  convirtieron  en  pesado  lastra cuando el triunfo de Caseros acabó con  Rosas y encumbró a Urquiza sobre el panorama nacional.
Sin embargo, la contradictoria situación santiagueña fue resuelta expeditivamente: el 10 de marzo de 1852 una ley provincial reconoció “al Libertador de la República len la persona del General en Jefe Aliado Brigadier don Justo José de Urquiza” y confiscó la fortuna del federal Ibarra.
El cambio de actitud permitió [al clan Taboada mantenerse al frente de la provincia, y en su carácter de gobernador santiagueño Manuel suscribió el Acuerdo de San Nicolás y luego envió dos diputados al Congreso Constituyente de Santa Fe.
Posteriormente, cuando la estrella de la Confederación —acaudillada por Urquiza— comenzó a declinar, los Taboadas se orientaron hacia el mitrismo, a tal punto que, después del triunfo porteño en Pavón, Antonino aseguró a Bartolomé Mitre que “Buenos Aires tiene en Santiago un punto de apoyo poderoso para difundir en el interior las doctrinas civilizadoras cuyo paso, hasta ahora, ha estado obstruido por la barbarie”.
La “barbarie”, se ent’ende, eran los caudillos federales, a quienes los Taboadas combatieron en varias oportunidades, de acuerdo con lo convenido con los representantes del centralismo porteño. Así fue como volcaron a las masas santiagueñas a la lucha contra el Chacho Peñaloza Felipe Varela —a quien Antonino derrotó definitivamente en Pozo de Vargas—, apoyaron decididamente la guerra de la Triple Alianza y reprimieron con mano de hierro al contingente provincial que se negó a combatir.
Fueron cuantiosos los dividendos políticos que rindieron a los Taboadas la sucesión de triunfos militares por ellos obtenidos y elfranco apoyo popular de la provincia. Su condición de “caudillos del noroeste” los convirtió en piezas claves de la situación nacional.
Esa interesante posición comenzó a deteriorarse hacia 1869, cuando la fractura del bando liberal provocó un serio entredicho con Sarmiento, por entonces presidente de la Nación. Ante las quejas de los Taboadas, que denunciaron la injerencia de las fuerzas militares de Buenos Aires en las elecciones de varias provincias cercanas, especialmente en Tucumán, el fogoso sanjuanino escribió a Manuel Taboada una carta que tuvo amplia difusión. Entre otras cosas, lo tildaba de “presidente del Norte” y de “gobernador perpetuo” y le preguntaba con acritud si se consideraba “gerente, prefecto o apoderado de las susodichas provincias”.
Los Taboadas sobrellevaron el embate presidencial con cautela y ejercieron su dominio durante varios años más, pero en septiembre de 1871 el fallecimiento de Manuel —el talento político de la familia— debilitó notoriamente al clan.
El fracaso de la fórmula presidencial Mitre-Torrent, apoyada por Santiago del Estero, y la consagración de Avellaneda como presidente, precipitaron los acontecimientos. Con el pretexto de asegurar comicios libres para una elección de diputados, a mediados de 1875 llegaron a la provincia fuerzas militares nacionales y el taboadismo se desmoronó bajo la presión de las bayonetas. Sus cabezas más visibles fueron perseguidas en forma implacable y la resistencia que ofrecieron algunas montoneras resultó aplastada. Escapados de la persecución, Antonio y Gaspar murieron en Tucumán solos y olvidados en 1883 y 1890. respectivamente.
Fuente Consultada:
Hombres y Hechos de la Historia Argentina – Editorial Abril

jueves, 14 de noviembre de 2013

LAS TELERAS EN EL CAMINO REAL

CAMINO REAL
Al sur de Santiago del Estero , el Camino Real o Antiguo Camino de Postas –130 kilómetros por la actual ruta 9– encierra buena parte de la historia provincial. Internarse en este recorrido, rumbo al límite con Córdoba, también permite bucear en las raíces culturales, religiosas y turísticas.
Este circuito fue puesto en valor en los últimos años, ya que atrae con comidas típicas, el casi milenario trabajo artesanal de las teleras, artesanos que elaboran sus piezas en cuero y madera, capillas centenarias, árboles históricos y el paisaje autóctono, caracterizado por el monte agreste.
Fue el paso obligado desde el sur hacia el Alto Perú. En Santiago del Estero corre paralelo al río Dulce. “Es el camino hacia Tucumán que en 1810 tomaron Castelli, Balcarce, Rondeau, Ocampo, Dorrego, Belgrano y San Martín”, señala Luis Garay en el libro “Camino Real”.
El derrotero comienza en Santiago del Estero capital. Por la calle Independencia hacia el sur, cruzando gran parte de la ciudad, se toma un camino provincial que surca las localidades de Maco, Maquito, La Vuelta de la Barranca y Los Cardozo, hasta llegar a San Pedro. En esta zona muy forestada, al costado del pavimento se levantan pinos, añosos algarrobos, ceibos, quebrachos, mistoles, chañares, elegantes casaquintas, barrios cerrados y fincas agrícolas. En algunos tramos, el tiempo parece haberse detenido: jinetes de a caballo que arrean ganado o señoras viajando en típicos sulkys que se resisten al olvido.
Unos 27 km hacia el sur (los últimos 5 km son de ripio) aparece Upianita, la primera parada obligada. Una feria artesanal y productiva invita a disfrutar de un auténtico día de campo, con paseos en sulky o a caballo y comidas tradicionales como chivito, lechón, empanada, pastel de carne, pollo, charqui o vizcacha, tamal y asado, a la sombra de algarrobos, mistoles y chañares.
Por el escenario Hermanos Abalos, cada sábado artistas nuevos y consagrados folcloristas santiagueños –como Peteco, Roberto y Cuti Carabajal, Raly Barrionuevo y el dúo Coplanacu– recrean zambas y chacareras de famosos compositores locales. El piso de tierra frente al escenario es la improvisada pista de baile.
Unos 10 km más adelante, en Manogasta, aparece en el medio del camino un histórico algarrobo. Unos dicen que a su sombra descansó Belgrano en su campaña al Ejército del Norte, mientras otros aseguran que se encontraron Belgrano y San Martín. Para preservar el árbol, ya seco, se le hizo una especie de cantero.
Es un caserío que respira historia. Frente al algarrobo se levanta la capilla de Santa Bárbara. “Esta santa de ropas coloradas, por su condición de mártir, el 4 de diciembre de cada año reúne en torno a su imagen gran cantidad de devotos que acuden a cumplir sus promesas, renovando el antiguo ritual de la procesión, las vivas de los alféreces y las corridas de indios, que –exhaustos después de la carrera– arriban entre aplausos y el ronco sonido del erque, a la merecida toma de gracias, para lo cual se hacen ‘pisar’ con la santa”, cuenta Garay en su libro.
Pueblos centenarios
El paisaje cambia en algunos tramos del recorrido: primero el monte agreste se muestra imponente y más adelante dominan la escena los campos sembrados. A más de 40 km de la ciudad de Santiago del Estero, la capilla de Tuama, conserva su centenario cementerio. El poblado, surgido en la época de la Conquista, tuvo un auge importante desde el siglo XVIII porque allí se sembraba trigo que era enviado a Buenos Aires. Hoy, el caserío cobra vida en diciembre, cuando se realiza la festividad de la Virgen Purísima Concepción o Virgen India.
Más adelante, Villa Silípica es un lugar ideal para pescar dorados, bogas, sábalos y bagres en el río Dulce. En La Dormida –pasando Loreto– también se consiguen dorados de gran tamaño.
A unos 10 km, alrededor de la antigua capilla de Sumamao se celebra la Fiesta de San Esteban. Miles de fieles llegan a pie, a caballo, en sulky o en auto. Durante todo un día se baila y se canta al Santo y se bebe a discreción.
Las capillas Santa Bárbara, Silípica y Sumamao son conocidas como “Mellizas”, porque fueron construidas en el siglo XVII.
Villa Atamisqui es uno de los últimos bastiones de las teleras atamisqueñas, continuadoras de ese arte centenario que se transmite por vía oral de generación en generación. Los habitantes –que hablan castellano y quechua– invitan a conocer el Museo de las Sacha Guitarras, creado por el exquisito luthier Elpidio Herrera.
El gobierno provincial dio un fuerte impulso a la actividad de las teleras y las capacitó para que comercializaran de la mejor manera sus productos, que también se venden en el exterior.
Las mujeres, que conservaron el oficio, tejen en telares rústicos, que construyen los hombres con cuatro postes de quebracho colorado. Forman un rectángulo de hasta 2 metros de ancho por 3 metros de largo, en las que se tienden las piolas sobre las que se van armando los tejidos.
Cada una de estas piezas de calidad inigualable es creada manualmente con lanas teñidas con taninos naturales, al cabo de hasta tres semanas de trabajo.
Ponchos, mantas, chales, chalinas, fajas, alforjas, cubrecamas, frazadas y colchas son productos muy buscados por los turistas y grandes marcas dedicadas a la venta de productos tradicionales. Por ejemplo, la firma El Cardón compra en esta zona las colchas, cuyo valor oscila entre $ 2.500 y $ 3.000, según estiman en San Vicente, 30 km al sur de Loreto.
Marta de Bravo tiene 56 años y teje desde los 12. Aprendió observando a su madre, “quien, a su vez, aprendió de mi abuela. Esto nos ha sido transmitido de generación en generación. Hoy estamos organizadas en una cooperativa, que reúne a 39 teleras en la zona de Villa Atamisqui”.

Una colcha de telar se vende a 1.000 pesos en Atamisqui. Sin embargo, comerciantes que llegaban desde distintas regiones del país (especialmente de Buenos Aires y Córdoba) las revendían a valores que triplicaban el precio original. “Mire si no era un gran negocio”, reflexiona Marta.

miércoles, 24 de abril de 2013

100 AÑOS DE HISTORIA DE SANTIAGO DEL ESTERO(1810-1910) AUTOR CARLOS RAMON ALVAREZ


INTRODUCCION


        Este material, está directamente relacionada con los primeros cien años de la revolución de mayo, en ese período de luchas revolucionarias y de libertad, tomar a nuestros caudillos, que en su gran mayoría a la vez de formar parte de las luchas por la independencia, fueron los que en el plano local, propiciaron nuestra Autonomía provincial y los que dirigían en el plano político los destinos de nuestro pueblo, es importante entonces conocer nuestro pasado como santiagueños, nuestras tradiciones, cultura, y aquellos hombres que lucharon para lograr esta realidad de la que hoy somos, Madre de Ciudades por ser la ciudad primera y símbolo de federalismo argentino ya que con sacrificio, dedicación y fe transitó un difícil camino en la defensa de los principios federales, que mucho tiempo después lograron sostener las demás provincias.

      Se trata de un estudio histórico sobre Santiago del Estero, tomando los primeros cien años desde la Revolución de Mayo de 1810 hasta el 25 de Mayo de 1910, en este siglo de historia nacional, tomamos obviamente lo relacionado a nuestra provincia que en los sucesos de la revolución y todo el proceso de la conformación del estado nacional estuvo acorde a lo que sucedía en el contexto nacional, es preciso resaltar la actuación de nuestros hombres(caudillos) y mujeres que tuvieron protagonismo y que excedieron a lo puramente local y trascendieron las fronteras provinciales para ser figuras en el plano nacional, Santiago al ser considerada “Madre de Ciudades(la primera ciudad fundada en la Argentina, 25 de julio de 1553) merece mejor trato y mayor consideración por nuestros historiadores  que poco nos cuentan de su historia en los libros de texto para el nivel secundario

     Este trabajo  es, a modo personal, importante hacer conocer nuestra historia en la educación secundaria de nuestra provincia, ya que no hay temas en los textos nacionales que se encarguen de contar nuestra historia nacional, entonces al advertir que la historia santiagueña  no forma parte del currículum o de los planes vigentes de estudio, se hace necesario brindar desde este  espacio información, que posibilitará  un repaso de nuestro pasado, nuestros hombres y costumbres, mirar nuestra provincia desde una nueva perspectiva, desde una mirada que permita repensar nuestra identidad, saber de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Esto se logrará mediante la elaboración de material didáctico para docentes y alumnos secundarios, tiene el objetivo de proveer de marcos conceptuales e información sistematizada que  sirvan y que entregue toda la información necesaria acorde a los personajes santiagueños que se trabajen según la cronología de los hechos.



1-Capítulo
      La fundación de Santiago del Estero, sus primeros años fueron de duro batallar, hasta que el valor de sus fundadores la afianzó y llegó a ser en el curso de los años la capital del antiguo Tucumán. Así nació la más antigua de las ciudades argentinas, la cual se convirtió, en la segunda mitad del siglo XVI, en eje de la conquista del centro y norte del país, sellando en su andar de siglos, el sello indeleble de su influencia en la actividad humana, sobre todo, de aquellos años signados por las luchas y las necesidades.




1-1Santiago Colonial (Cabildo Santiagueño)

         Santiago del Estero es la ciudad más antigua de la República Argentina, nació un 25 de julio del año 1553, fundada por Don Francisco de Aguirre, lugarteniente del Conquistador de Chile, Diego de Almagro, aparece aquí el primer tema polémico de la gran historia de esta ciudad, porque para muchos fue Don. Juan Núñez del Prado su primer fundador con la Ciudad del Barco III y cuentan que Aguirre lo único que hizo fue trasladar la ciudad a su ubicación actual y cambiarle su nombre. Polémica que surge de la pérdida de las actas capitulares de casi dos siglos, llegando a dirimir quien fue su fundador por otros elementos con que trabajaron los historiadores para determinar, el día, el año y quien fue el fundador, en 1952 a pedido del gobierno de la provincia, la Academia Nacional de Historia es la que determina lo que hasta ese momento era cuestionado.

     Desde la fundación hasta 
MINISTERIO DE LA PRODUCCION DE LA PROVINCIA DE SANTIAGO DEL ESTERO

martes, 26 de febrero de 2013

MANUEL BELGRANO , ECONOMISTA(Gracias Sandro Olaza Pallero)


MANUEL BELGRANO. EL ECONOMISTA DE NUESTRA INDEPENDENCIA

Manuel Belgrano.


                                                                                          
                                Por Alfredo Félix Blanco



Normalmente, hablar del Doctor Manuel Belgrano es referirse al patriota de la revolución de mayo, al integrante de la Primera Junta de Gobierno, o al general de la guerra de la independencia creador de nuestra bandera. Esos son los rasgos más conocidos del prócer argentino de cuya muerte se cumplirán 185 años el próximo 20 de junio. 
Existen también, por supuesto, trabajos que han destacado otros aspectos de su existencia. Desde aquellos que han apuntado a la consideración de su vida privada hasta los que analizando la profundidad de sus convicciones independentistas no pueden comprender las razones de su propuesta, a favor de crear una monarquía “suavizada” que estuviera encabezada por un descendiente de la “Dinastía de los Incas”.Propuesta que, como se sabe, fue expuesta por Belgrano el 6 julio de 1816 en sesión secreta a los congresales que se aprestaban a declarar la independencia argentina. Juan Bautista Condorcanqui, hermano menor del rebelde Túpac Amaru que después de una azarosa vida murió y fue enterrado en Buenos Aires, parece haber sido quien había elegido Belgrano para encabezar aquella monarquía de cuyas virtudes no pudo persuadir al Congreso de Tucumán. 
Aunque afortunadamente existen muy buenos trabajos sobre las ideas económicas de Belgrano, su imagen como profundo conocedor de los principios de la por entonces “nouvelle science” es poco difundida. Entre los estudios que merecen destacarse están el de L. Gondra (“Las ideas económicas de Manuel Belgrano”), y los trabajos del Profesor Manuel Fernández López de la Universidad de Buenos Aires. 
Sin embargo, el gran público nunca ha considerado a Belgrano como un pensador de los problemas económicos. Realmente la únicas razones que pueden explicar esta injusticia es que las tareas del “Belgrano economista” se desarrollaron fundamentalmente hasta 1810 y que, a partir de aquella fecha, las acciones del luchador por la independencia nacional oscurecieron las contribuciones de aquella etapa anterior de su vida. 
Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, del matrimonio de Domingo Belgrano y Peri con María Josefa González Casero, fue enviado a proseguir sus estudios a España en el año 1786. Ya graduado de abogado en Valladolid, retornará en 1794 a Buenos Aires habiendo recibido las influencias intelectuales de una Europa que abrazaba ya las ideas racionalistas y liberales. Como prueba de sus preocupaciones por el conocimiento, vale la pena mencionar que en 1790 había sido designado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. 
La efervescencia intelectual de la ilustración, la revolución francesa y la independencia de Estados Unidos marcaban el fin de una etapa histórica. El “tempo social” que se aceleraba y la atmósfera intelectual que cambiaba influirían decisivamente en la formación de las convicciones de nuestro ilustre patriota. 
Con absoluta claridad y sinceridad describió ese proceso en su Autobiografía cuando relata que: "Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aun las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente". 
En materia de pensamiento económico, recibió Belgrano una influencia determinante para su visión de la economía. La del francés Francois Quesnay, el fundador de la “secta de los economistas”. Quesnay, de gran prestigio en Versalles, y a quien Luis XV llamaba su “pensador”, publicó el “Tableau Economique” en 1758. 
Ese “cuadro económico” es el primer intento, en la historia de las ideas, de analizar la economía como un sistema de relaciones entre sus diversos sectores o clases. Ese trabajo no solamente ha sido considerado como el acta fundacional de la escuela económica conocida como “Fisiocracia” (etimológicamente: “gobierno de la naturaleza”) sino que constituyó el mojón que anunciaba la etapa de nacimiento de la economía como disciplina científica autónoma. 
Marx, que no era precisamente una persona dispuesta a elogiar fácilmente algo, llegó a afirmar en relación al“Tableau” que “…jamás la economía política había concebido una idea más genial”. W. Leontief, que obtuvo el Premio Nóbel de economía en 1973 por el desarrollo y aplicación del análisis de insumo-producto, reconoció como antecedente de su trabajo al de Quesnay de mediados del siglo XVIII. 
El pensamiento de los fisiócratas es un capitulo muy importante en la historia de los esfuerzos intelectuales del hombre por comprender la economía, y ha quedado asociado básicamente a dos conceptos. El primero es la afirmación de que el único sector que genera riqueza (producto neto) es el agrícola, y el segundo es la convicción de que existe un orden en la naturaleza que no debe ser violentado por acción del hombre. Basándose en esta creencia sobre la existencia de un orden natural, los fisiócratas van a postular que la mejor forma de garantizar el desarrollo de una economía es la no intervención. “Laissez faire” (“dejar hacer”) será la consigna que enarbolará el liberalismo económico para rescatar a la economía de la parálisis que las políticas de intervención mercantilistas producían. El impulso de las nuevas formas del capitalismo ya no necesitaba de las reglamentaciones excesivas que ayudaron a su nacimiento, pero que ahora obstaculizaban su desarrollo y expansión. 
Belgrano recibió también la influencia de Adam Smith, el celebre escocés fundador de la escuela clásica inglesa, que en su “Investigación sobre la naturaleza y causas de la Riqueza de las Naciones” (1776) consagró la expresión de la “mano invisible” como la síntesis que resumía la confianza en los mecanismos de ajuste automático de los mercados de la economía capitalista que se encontraba en pleno desarrollo. 
Sin embargo, las lecturas de otros autores (como Galiani, Genovesi, y Jovellanos) le permitirían advertir que el contexto más avanzado en que se desarrollaban las ideas del liberalismo económico europeo no podía ser obviado y que trasladar el nuevo paradigma a su tierra requería adaptaciones. Es por ello que, al analizar la realidad y difundir sus ideas en Buenos Aires, su posición será algo más ecléctica y su liberalismo más moderado. Las condiciones institucionales y de desarrollo más atrasado de las tierras del sur de América le exigieron que fuera más cuidadoso a la hora de difundir y postular la aplicación de las nuevas ideas. 
A esa tarea de difusión del nuevo mensaje se dedicará intensamente a partir de 1794, cuando regresa para asumir como funcionario de la Corona en el recientemente creado Consulado de Buenos Aires. Esta institución formó parte del conjunto de reformas realizadas por los Borbones para la reformulación y consolidación del sistema colonial y tenían, además de la tradicional función judicial en cuestiones comerciales, una nueva responsabilidad que era la del fomento de las actividades relacionadas a la nueva burguesía, como la agricultura, la navegación, el comercio y la industria. 
Aunque el Consulado era un organismo colegiado, Belgrano potenció la importancia del cargo de Secretario que ejercía y la institución fue entonces el escenario desde el cual se defendía la autonomía de la colonia y se difundían las nuevas ideas sobre la economía. 
Su tarea de difusión de las nuevas ideas económicas comenzó cuando aun residía en España; para ello, en 1794, tradujo el trabajo de Quesnay “Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola” que es la fuente de influencia fisiocrática más clara que llegó al Río de la Plata. En 1796, ya en Buenos Aires y con el mismo objetivo de hacer conocer estas ideas, presentó “Principios de la Ciencia Económica Política” que es la traducción de dos trabajos de autores fisiócratas. 
Las ideas económicas que caracterizaron al pensamiento de Belgrano están muy desarrolladas en las Memorias del Consulado. Las memorias, con cuya lectura por parte del Secretario se abrían anualmente las sesiones, era una exposición sobre alguno de los “objetos propios del instituto del Consulado”. 
Belgrano transformó esas presentaciones en verdaderas conferencias sobre temas de economía y en fuertes alegatos en defensa del libre comercio de las colonias en contra de las restricciones monopólicas de la metrópoli. 
Finalmente debe señalarse también la tarea de difusión que realizó a través del periódico “El Correo de Comercio”, publicación en la que tuvo la responsabilidad de su dirección. 
Sus ideas sobre el valor de los bienes (donde se percibe la influencia de Condillac), la convicción en las ventajas del librecambio, sus análisis sobre la necesidad de desarrollar las actividades agrícolas y el comercio, de fomentar el cambio tecnológico y la educación técnica y de desarrollar las obras de infraestructura, permiten apreciar el carácter progresista de su visión económica. 
La equilibrada combinación de las nociones fisiocráticas y del liberalismo en ascenso con la realidad que le rodeaba, le impulsaban a luchar por el desarrollo de una economía que aun estaba contenida por instituciones que gradualmente dejaban de ser funcionales a la expansión económica. La independencia y, muchos años después, la consolidación de la unidad nacional crearía las condiciones para soñar en la Argentina moderna, que Belgrano probablemente intuyó alumbrada por las nuevas nociones de la economía. Por supuesto que la función de analizar, adaptar y divulgar los nuevos principios de la economía tuvo también otros protagonistas. Su primo Juan José Castelli, quien lo reemplazó en algunas ocasiones en el Consulado; Juan H. Vieytes, que le acompañó desde el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio son dos ejemplos de voceros de las nuevas doctrinas cuya mención no puede ser omitida. 
Más adelante, ya al final de su camino, a Belgrano lo esperaría (como a tantos otros grandes hombres de nuestra historia), la pobreza con que se enfrentó a la muerte. Final que lo engrandece aun más a aquel hombre que contribuyó tan significativamente a la independencia argentina. Grandeza que, como dijimos, ha oscurecido su contribución a las ideas económicas que iluminaron el nacimiento de nuestro país. 
En 1946, en la recién creada Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, se organizó una biblioteca. En Abril de 1966, al inaugurarse el actual edificio de nuestra facultad, aquella biblioteca pasó a ocupar un área especialmente diseñada. 
Esa biblioteca, de la cual hoy nos sentimos tan orgullosos porque es sin dudas una de las mejores de nuestra disciplina en el país, lleva como nombre “Biblioteca Manuel Belgrano”. Un merecido homenaje para quien, aunque aun lo ignoren muchos, ha sido llamado con justicia el primer economista argentino.


Referencia electrónica:

Alfredo Félix Blanco, "Manuel Belgrano el economista de nuestra independencia",Suplemento debates, en La mañana de Córdoba, Córdoba, [En línea], Puesto en línea el 19 de junio 2005, consultado el 3 de febrero 2013.portal.eco.unc.edu.ar/files/Biblioteca/mbxblanco.pdf 

miércoles, 30 de enero de 2013

JUAN FRANCISCO BORGES - PATRIOTA SANTIAGUEÑO

Fusilado sin proceso
“Los fenómenos sociales o políticos no nacen por generación espontánea. Han de producirse según leyes inexorables, pero desconocidas.

Pueden demorarse o anticiparse, según los protagonistas que actúen en ellos como desencadenantes o retardantes. Borges intuye estos fenómenos con claridad de vidente y los hace suyos. Es un hombre de acción que sabe a dónde va. Tiene la impronta de la concepción y se lanza, arrollador, hacia la meta. Ya está en el fenómeno, pero ha llegado tempranamente. Esta inoportunidad no es tampoco una falta suya, aunque sea una falta de sincronización de los ritmos que viven los acontecimientos y los protagonistas de ellos. Borges se adelanta siempre, tiene viva la inteligencia, encendida la fe, temerario el valor. Por eso sólo logra ver el fruto sazonado de su acción en otras manos y agraz en las propias”. Orestes Di Lullo


Historial de Borges
Por Orestes Di Lullo

Padres: D. Manuel Pedro Borges y doña María Josefa Urrejola y Peñaloza. Esposa: Catalina de Medina y Montalvo. Hijo: Juan Francisco Segundo Borges.
1766: el 24 de junio nace en Santiago del Estero Juan Francisco Borges.
1781: encontrándose en la ciudad de La Paz (Bolivia) con su padre, se produce la sublevación de Túpac Amaru. Por entonces era Ayudante Mayor de Infantería de los ejércitos del Rey y asiste a los asedios de la ciudad por las hordas mandadas por Túpaj Catari. Es herido en una tentativa por romper el cerco y cae prisionero, escapándose milagrosamente por su decisión y coraje.
1783: el 15 de febrero es nombrado Capitán de los Ejércitos del Rey. El 12 de abril de este mismo año D. Sebastián Segurota acredita en su foja de servicio, por tener que ausentarse a Santiago, el concepto militar de óptimo por su “puntualidad, espíritu y honor”. Dicho documento está fechado en La Paz (Bolivia).
1785: pide en Santiago del Estero una plaza en las milicias para poder continuar la carrera de las armas (1 de febrero).
1787: cansado de aguardar su restitución solicita la venia para ausentarse a La Paz, donde desea reincorporarse al servicio activo.
1790: mientras espera un nuevo destino, forma una sociedad comercial para exportar la cascarilla o quina con el Cap. José María de Iriondo y D. Benito Blas de Abarlega (20 de febrero).
1791: el 19 de octubre, Iriondo se separa de la sociedad adeudando una suma respetable a Borges, lo que origina el primer pleito entre ellos.
1796: una serie de incidentes que termina con el desacato de Borges al gobernador D. Fernando de la Sota hace que el 22 de febrero Borges sea procesado y conducido de La Paz a Buenos Aires.
1798: el virrey Sobremonte pide la absolución. Borges es puesto en libertad.
1799: en Buenos Aires Borges provoca a Domingo A. Achával, miembro de una familia enemiga, Borges es arrestado y luego puesto en libertad. Regresa a Santiago.
1801: organiza una expedición al meteorito del Chaco, cuyo derrotero es publicado por El Nacionalista.
1802: el 29 de enero se lo autoriza a viajar a España donde se incorpora al cuerpo de Oficiales de la “guardia de corps” del Rey y obtiene el título de Caballero Cruzado de la orden de Santiago por sus méritos y servicios.
1807: obtiene la Real Orden de un privilegio económico, concedido a los leales y nobles servidores de la corona.
1808: ya de regreso en el país, solicita el cumplimiento de la sentencia contra Achával y obtiene el pasaporte para Santiago. En agosto el Cabildo de Santiago del Estero exige a Borges la presentación del despacho y título, Borges no se presenta sino por tercera vez para decir que lo hace sólo por cortesía y no por obligación. El 12 de septiembre Borges escribe al virrey Liniers solicitándole de nuevo una plaza y el virrey contesta afablemente a Borges. El 12 de noviembre Borges informa al virrey, a pedido de Goyeneche, sobre el estado desastroso en que se encontraban las milicias. El 25 de noviembre el virrey responde a Borges eludiendo todo compromiso.
1810: el 10 de junio, ante la indecisión del Cabildo, el pueblo es presionado por medio de sus líderes: Borges, Cumulat y Lugones. El Cabildo cede y se pliega a la revolución, que ha venido gestando Borges, de mucho tiempo atrás, en connivencia con Moldes (29 de junio). El 2 de julio se elige diputado. Resultó electo Juan José Lami. El 15 de Julio Borges escribe a la Junta de Buenos Aires haciéndole apreciaciones sobre el valor estratégico de Santiago y solicitando armas y protestando por la elección de Lami.
El 6 de septiembre, según Garmendia, se publica la proclama del Cabildo que firman: Palacio, Achával, Paz y Lami, y en la que no se invoca ni a la Madre Patria ni a Fernando VII, hablándose en ella de la “libertad” y de sus “malvados opresores”.
El 13 de septiembre, Borges ya Teniente Coronel, designado por Ortiz Ocampo recibe la cantidad de 1000 pesos del Cabildo.
El 21 de septiembre la Junta se dirige a Borges agradeciendo todos sus afanes y le confirma en su grado. El 8 de octubre Ortiz de Ocampo envía a la Junta de Buenos Aires una nómina de vecinos que pueden ocupar los cargos en el nuevo régimen. El 19 de octubre Borges envía una relación de las plazas en las tres compañías que ha formado de “Patricios santiagueños”. El 28 de noviembre Castelli separa a Ortiz de Ocampo del ejército y ordena anular la elección de octubre. El 20 de diciembre se nombran los propuestos por Castelli.
1811: el Cabildo protesta por la imposición de Castelli a instancias de Borges, quien es nombrado apoderado del Cabildo ante la Junta. El 15 de marzo se realiza una nueva elección de Diputado, es elegido el Pbro. Pedro Francisco de Uriarte. Borges protesta y es procesado por Rivadavia como insurrecto.
1812: estando preso en Buenos Aires Borges es elegido miembro del Cabildo de Santiago.
1813: Borges es federalista y apoya al Cabildo de Santiago en contra de Tucumán.
1815: empieza a leudar el fermento de la autonomía de Santiago. El Tte. Gobernador Isnardi y su ayudante son desterrados por el tucumano Aráoz al Fortín Abipones. El 6 de mayo, los vecinos y el Cabildo se dirigen a Álvarez Thomas pidiendo la autonomía. El 2 de septiembre Borges apresa a Ortiz de Ocampo. El 4 de septiembre Borges depone al Gobernador interino Don. Tomás Taboada y se hace proclamar gobernador. El 5 de septiembre reúne gente para oponerse a las fuerzas de Tucumán. El 8 se entabla combate, desbandándose las fuerzas santiagueñas después de una hora de dura lucha cuando ven caer a Borges herido en la cabeza. La misma noche toman a Borges y lo remiten a Tucumán. En noviembre Borges se fuga y se dirige al norte a conversar con el Jefe del Ejército Gral. Rondeau, de cuya conversación surge el complot de las provincias del norte contra el Estatuto que iba a sancionar el Congreso según el cual las autoridades de las provincias serían elegidas por el Director Supremo.
1816: Aráoz informa al Congreso del complot. En noviembre se sanciona el nuevo Estatuto. El 10 de diciembre Borges depone al Gobernador Gabino Ibáñez. El 11, el Cabildo informa de esta revolución a Aráoz. El 13 el Congreso envía un oficio al Gral. Belgrano, quien envía a Lamadrid con cien hombres, a Bustos con doscientos y dos cañones y a José M. Paz con cincuenta dragones. El 27 de diciembre es sorprendido Borges y los suyos. Borges y Lugones logran huir, pero son delatados y Borges cae prisionero. El 29 de diciembre Belgrano se dirige al Cabildo de Santiago para acallar su remordimiento y a modo de explicación por las medidas tomadas.
1817: el 1 de enero Borges es fusilado a las 9 de la mañana en Santo Domingo. Su cuerpo es llevado a la Capilla de Robles y luego enterrado en la Catedral.