CAMINO REAL
Al sur de Santiago
del Estero , el Camino Real o Antiguo Camino de Postas –130
kilómetros por la actual ruta 9– encierra buena parte de la historia
provincial. Internarse en este recorrido, rumbo al límite con Córdoba, también
permite bucear en las raíces culturales, religiosas y turísticas.
Este circuito fue puesto en valor en los últimos años, ya que
atrae con comidas típicas, el casi milenario trabajo artesanal de las teleras,
artesanos que elaboran sus piezas en cuero y madera, capillas centenarias,
árboles históricos y el paisaje autóctono, caracterizado por el monte agreste.
Fue el paso obligado desde el sur hacia el Alto Perú. En
Santiago del Estero corre paralelo al río Dulce. “Es el camino hacia Tucumán
que en 1810 tomaron Castelli, Balcarce, Rondeau, Ocampo, Dorrego, Belgrano y
San Martín”, señala Luis Garay en el libro “Camino Real”.
El derrotero comienza en Santiago del Estero capital. Por la
calle Independencia hacia el sur, cruzando gran parte de la ciudad, se toma un
camino provincial que surca las localidades de Maco, Maquito, La Vuelta de la Barranca y Los Cardozo,
hasta llegar a San Pedro. En esta zona muy forestada, al costado del pavimento
se levantan pinos, añosos algarrobos, ceibos, quebrachos, mistoles, chañares,
elegantes casaquintas, barrios cerrados y fincas agrícolas. En algunos tramos,
el tiempo parece haberse detenido: jinetes de a caballo que arrean ganado o
señoras viajando en típicos sulkys que se resisten al olvido.
Unos 27 km
hacia el sur (los últimos 5 km
son de ripio) aparece Upianita, la primera parada obligada. Una feria artesanal
y productiva invita a disfrutar de un auténtico día de campo, con paseos en
sulky o a caballo y comidas tradicionales como chivito, lechón, empanada,
pastel de carne, pollo, charqui o vizcacha, tamal y asado, a la sombra de
algarrobos, mistoles y chañares.
Por el escenario Hermanos Abalos, cada sábado artistas nuevos y
consagrados folcloristas santiagueños –como Peteco, Roberto y Cuti Carabajal,
Raly Barrionuevo y el dúo Coplanacu– recrean zambas y chacareras de famosos
compositores locales. El piso de tierra frente al escenario es la improvisada
pista de baile.
Unos 10 km
más adelante, en Manogasta, aparece en el medio del camino un histórico
algarrobo. Unos dicen que a su sombra descansó Belgrano en su campaña al
Ejército del Norte, mientras otros aseguran que se encontraron Belgrano y San
Martín. Para preservar el árbol, ya seco, se le hizo una especie de cantero.
Es un caserío que respira historia. Frente al algarrobo se
levanta la capilla de Santa Bárbara. “Esta santa de ropas coloradas, por su
condición de mártir, el 4 de diciembre de cada año reúne en torno a su imagen
gran cantidad de devotos que acuden a cumplir sus promesas, renovando el
antiguo ritual de la procesión, las vivas de los alféreces y las corridas de
indios, que –exhaustos después de la carrera– arriban entre aplausos y el ronco
sonido del erque, a la merecida toma de gracias, para lo cual se hacen ‘pisar’
con la santa”, cuenta Garay en su libro.
Pueblos centenarios
El paisaje cambia en algunos tramos del recorrido: primero el monte agreste se muestra imponente y más adelante dominan la escena los campos sembrados. A más de40 km
de la ciudad de Santiago del Estero, la capilla de Tuama, conserva su
centenario cementerio. El poblado, surgido en la época de la Conquista , tuvo un auge
importante desde el siglo XVIII porque allí se sembraba trigo que era enviado a
Buenos Aires. Hoy, el caserío cobra vida en diciembre, cuando se realiza la
festividad de la
Virgen Purísima Concepción o Virgen India.
El paisaje cambia en algunos tramos del recorrido: primero el monte agreste se muestra imponente y más adelante dominan la escena los campos sembrados. A más de
Más adelante, Villa Silípica es un lugar ideal para pescar
dorados, bogas, sábalos y bagres en el río Dulce. En La Dormida –pasando Loreto–
también se consiguen dorados de gran tamaño.
A unos 10 km ,
alrededor de la antigua capilla de Sumamao se celebra la Fiesta de San Esteban.
Miles de fieles llegan a pie, a caballo, en sulky o en auto. Durante todo un
día se baila y se canta al Santo y se bebe a discreción.
Las capillas Santa Bárbara, Silípica y Sumamao son conocidas
como “Mellizas”, porque fueron construidas en el siglo XVII.
Villa Atamisqui es uno de los últimos bastiones de las teleras
atamisqueñas, continuadoras de ese arte centenario que se transmite por vía
oral de generación en generación. Los habitantes –que hablan castellano y
quechua– invitan a conocer el Museo de las Sacha Guitarras, creado por el
exquisito luthier Elpidio Herrera.
El gobierno provincial dio un fuerte impulso a la actividad de
las teleras y las capacitó para que comercializaran de la mejor manera sus productos,
que también se venden en el exterior.
Las mujeres, que conservaron el oficio, tejen en telares
rústicos, que construyen los hombres con cuatro postes de quebracho colorado.
Forman un rectángulo de hasta 2
metros de ancho por 3 metros de largo, en las
que se tienden las piolas sobre las que se van armando los tejidos.
Cada una de estas piezas de calidad inigualable es creada
manualmente con lanas teñidas con taninos naturales, al cabo de hasta tres
semanas de trabajo.
Ponchos, mantas, chales, chalinas, fajas, alforjas, cubrecamas,
frazadas y colchas son productos muy buscados por los turistas y grandes marcas
dedicadas a la venta de productos tradicionales. Por ejemplo, la firma El
Cardón compra en esta zona las colchas, cuyo valor oscila entre $ 2.500 y $
3.000, según estiman en San Vicente, 30 km al sur de Loreto.
Marta de Bravo tiene 56 años y teje desde los 12. Aprendió
observando a su madre, “quien, a su vez, aprendió de mi abuela. Esto nos ha
sido transmitido de generación en generación. Hoy estamos organizadas en una
cooperativa, que reúne a 39 teleras en la zona de Villa Atamisqui”.
Una colcha de telar se vende a 1.000 pesos en Atamisqui. Sin
embargo, comerciantes que llegaban desde distintas regiones del país
(especialmente de Buenos Aires y Córdoba) las revendían a valores que
triplicaban el precio original. “Mire si no era un gran negocio”, reflexiona
Marta.
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